Jefferson Delgado fue hasta hace muy poco un perfecto desconocido. Debió esperar por casi diez campañas para conseguirse un puesto de regular y ver la realización de su sueño como pelotero.
Con la oportunidad de jugar todos los días demostró estar apto para empeños mayores, y terminó por conquistar la franela del Cuba al término de la pasada temporada, algo que debió parecer una quimera con el paso del tiempo.
El caso del antesalista matancero es un fenómeno que se reproduce muy poco en cualquier pelota. En diez series nacionales apenas había jugado, y a pesar de sus notables condiciones físicas no había brillado, por lo que su súbito ascenso a planos estelares llama la atención.
Nada demerita la actuación de Jefferson Delgado, ni las consabidas ausencias o el declive actual de nuestra pelota. Fue uno de los más destacado en el tradicional Tope ante el equipo estadounidense y antes lo hizo bien en la incursión del béisbol cubano por la Liga Can-Am.
Con la oportunidad de jugar todos los días demostró estar apto para empeños mayores, y terminó por conquistar la franela del Cuba al término de la pasada temporada, algo que debió parecer una quimera con el paso del tiempo.
El caso del antesalista matancero es un fenómeno que se reproduce muy poco en cualquier pelota. En diez series nacionales apenas había jugado, y a pesar de sus notables condiciones físicas no había brillado, por lo que su súbito ascenso a planos estelares llama la atención.
Nada demerita la actuación de Jefferson Delgado, ni las consabidas ausencias o el declive actual de nuestra pelota. Fue uno de los más destacado en el tradicional Tope ante el equipo estadounidense y antes lo hizo bien en la incursión del béisbol cubano por la Liga Can-Am.
Uno de los rasgos fundamentales de su juego se basa en el efectivo sistema de bateo, pues casi el 60 por ciento de sus conexiones son hacia la banda derecha, que incrementa sus posibilidades de embasarse. El buen paso se acentúa en la actual Serie Nacional, en la cual exhibe un astronómico promedio ofensivo superior a 450, y resulta uno de los pilares del conjunto de Matanzas, anclado cómodamente en la cima de la tabla de posiciones.
Jefferson es oriundo de la localidad villaclareña de Santo Domingo. Se desempeñó durante varios años por Matanzas y más tarde por los Naranjas del centro. Le veían talento, pero la suerte no le sonrió y fue mal visto por distintos directores. Al final decidió no jugar más y cayó en el olvido.
“Siempre me utilizaban como jugador de cambio. En Villa Clara nunca llegué a consumir 20 veces al bate de forma consecutiva, y sin embargo me dijeron que no poseía condiciones para jugar béisbol, pues no conectaba jonrones. Estuve tres años sin jugar y llegué a incursionar en la Liga Azucarera”, relata.
Al explicar la mejoría en su desempeño y la buena forma en que se encuentra, atribuyó significación particular a su entrega en los entrenamientos. “Siempre me preparo con mucho rigor, soy muy estricto con la forma en que entreno; lo hago de forma habitual y con el mismo énfasis. Creo que es una de mis virtudes como atleta”.
Negó de plano ser intolerante, de carácter recio, y dijo soportar de buena gana las bromas de sus compañeros. “Soy un tipo tranquilo y me llevo bien con todos. Pero eso sí, cuando comienza el partido cambio, el terreno para mí es algo sagrado y siempre salgo deseoso de asegurarme el mejor resultado”.
Comenta que es en tercera base donde se siente más cómodo, aunque insiste una y otra vez que lo más importante para él es jugar, no importa en cual posición.
Jefferson Delgado vive actualmente arrendado en el municipio matancero de Los Arabos junto a su esposa y la madre de dos de sus tres hijos. No finge simpatías de manera muy especial por el más pequeño, de apenas cinco meses de edad. Esa fue otra muy buena noticia que me deparó este año, admite satisfecho.
Hacer el equipo Cuba por vez primera lo colmó de orgullo. “Me puse muy, muy feliz. Y tenía motivos de sobra, porque yo pensé más de una vez que esa posibilidad para mí había pasado a mejor vida. Por eso lo disfruté tanto y me esmeré por hacerlo bien”.
Concede una enorme importancia al apoyo de su director, Víctor Mesa, quien ha tenido mucho que ver con sus progresos, asegura, y agradece los consejos de su madre, Lucila Castañeda, que en estos momentos cumple misión en Venezuela como médico. “Se las arregla para comunicarse conmigo casi a diario y alentarme”, dice.
Quien debió aguardar una década para mostrar sus dotes de pelotero, que supo esperar y armarse de paciencia en el banco, ahora está deseoso de afianzar su posición y será muy difícil no contar con él para los próximos internacionales.
Mientras conversábamos a un costado del estadio Victoria de Girón, una aficionada aprovechó la ocasión, y le dijo: sigue así, que vas bien. (Granma)
Jefferson es oriundo de la localidad villaclareña de Santo Domingo. Se desempeñó durante varios años por Matanzas y más tarde por los Naranjas del centro. Le veían talento, pero la suerte no le sonrió y fue mal visto por distintos directores. Al final decidió no jugar más y cayó en el olvido.
“Siempre me utilizaban como jugador de cambio. En Villa Clara nunca llegué a consumir 20 veces al bate de forma consecutiva, y sin embargo me dijeron que no poseía condiciones para jugar béisbol, pues no conectaba jonrones. Estuve tres años sin jugar y llegué a incursionar en la Liga Azucarera”, relata.
Al explicar la mejoría en su desempeño y la buena forma en que se encuentra, atribuyó significación particular a su entrega en los entrenamientos. “Siempre me preparo con mucho rigor, soy muy estricto con la forma en que entreno; lo hago de forma habitual y con el mismo énfasis. Creo que es una de mis virtudes como atleta”.
Negó de plano ser intolerante, de carácter recio, y dijo soportar de buena gana las bromas de sus compañeros. “Soy un tipo tranquilo y me llevo bien con todos. Pero eso sí, cuando comienza el partido cambio, el terreno para mí es algo sagrado y siempre salgo deseoso de asegurarme el mejor resultado”.
Comenta que es en tercera base donde se siente más cómodo, aunque insiste una y otra vez que lo más importante para él es jugar, no importa en cual posición.
Jefferson Delgado vive actualmente arrendado en el municipio matancero de Los Arabos junto a su esposa y la madre de dos de sus tres hijos. No finge simpatías de manera muy especial por el más pequeño, de apenas cinco meses de edad. Esa fue otra muy buena noticia que me deparó este año, admite satisfecho.
Hacer el equipo Cuba por vez primera lo colmó de orgullo. “Me puse muy, muy feliz. Y tenía motivos de sobra, porque yo pensé más de una vez que esa posibilidad para mí había pasado a mejor vida. Por eso lo disfruté tanto y me esmeré por hacerlo bien”.
Concede una enorme importancia al apoyo de su director, Víctor Mesa, quien ha tenido mucho que ver con sus progresos, asegura, y agradece los consejos de su madre, Lucila Castañeda, que en estos momentos cumple misión en Venezuela como médico. “Se las arregla para comunicarse conmigo casi a diario y alentarme”, dice.
Quien debió aguardar una década para mostrar sus dotes de pelotero, que supo esperar y armarse de paciencia en el banco, ahora está deseoso de afianzar su posición y será muy difícil no contar con él para los próximos internacionales.
Mientras conversábamos a un costado del estadio Victoria de Girón, una aficionada aprovechó la ocasión, y le dijo: sigue así, que vas bien. (Granma)
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